miércoles, 23 de septiembre de 2009

Identidades robadas: la seguridad en la web


Nuestra amiga Marisa publicó hace unos días en el diario
"Los Andes" este interesante artículo que reproducimos a continuación.

Una interesante guía conceptual y metodológica para saber moverse en el mundo actual donde cada uno de nosotros tenemos dos identidades, la real y la virtual.

“Ser o no ser”, decía Shakespeare siglos antes de que se inventara internet, haciendo alusión a la esencia de ser persona. Transcurridos tantos años y con el advenimiento de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC), se ha abierto un abanico de posibilidades frente a la identidad de una persona instalada en el mundo virtual.

Hoy se tiene una identidad real, confirmada, entre otros, por la partida de nacimiento, el documento nacional de identidad, y una identidad virtual que podrá coincidir o no con la primera y, además, tendrá la posibilidad de ser adulterada.

Son tiempos de cambios. Cambios de roles, de educación, de seguridad y una larga lista. Por ello son momentos de comenzar a ver diferencias y decidirse por cambios de actitud, para que la seguridad que tanto nos desvela, nos encuentre bien informados y no desprevenidos, en cuanto al tratamiento de datos personales se trata.


Identidad real y virtual

Una persona es identificada en la vida cotidiana para realizar tramitaciones con la documentación que el país de origen dispone. En nuestro caso para el nativo, el documento nacional de identidad que aporta: nombre y apellido completo, dirección, fecha de nacimiento, huellas dactilares y un número único, intransferible, al igual que nuestras huellas.

Con la introducción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC), el universo de la identidad personal se ha visto modificado, ya que se ha introducido la realidad virtual. Esta realidad tiene lugar en el ciberespacio. Y allí, las posibilidades de identificación se multiplican exponencialmente, debido a varios factores.

Por un parte, un individuo puede figurar en un listado por temas de trabajos; pertenecer a centros profesionales, por su actividad académica, empresaria, comercial o simplemente por formar parte de una red social y por entretenimiento. Porque en algún momento de su vida su nombre apareció en informaciones en un medio de comunicación.

Es poseedor de una página electrónica personal con costo o gratuita. Porque otras personas colocan la información por ella dada en sus respectivos sitios. Y así se van multiplicando los datos originarios y los lugares en donde encontrarlos.

En este entramado del ciberespacio, algunos colocan información confiable, pertinente y segura y otros simplemente adulteradas.

Unas personas son quienes dicen ser. Otras arman “identidades ficticias” y aquí encontramos dos vertientes: las armadas sobre la base de datos inventados exclusivamente para un propósito (generalmente reñido con la ética y para cometer ciberdelitos) y otras, llegan más lejos todavía, tomando para sí identidades ajenas, como por ejemplo lo que sucede con los homónimos de gente de la farándula artística. O bien, empleando direcciones de páginas de personas de trayectoria con seriedad y haciendo “falsos enlaces” a páginas de ofrecimiento de sexo virtual.

Identidades robadas

Internet, la red de las ventajas y las desventajas, sigue constituyéndose en la puerta de entrada de oportunidades para gente cuyo negocio podría ser el comercio con venta de datos personales; ilícitos económicos digitales, trata de personas, ciberterrorismo, narcocriminalidad y una larga lista.

Recordemos en estos últimos meses cuántas redes de pedofilia han sido puestas al descubierto y que operaban con identidades falsas, comerciando con la vida de los niños, en diferentes partes del planeta.

Estar prevenidos, por el momento, sigue siendo el mejor camino frente a los ciberdelitos. Conocer que no todo lo que aparece en internet es científico y confiable. Que tras el anonimato se enmascaran aquellos que encuentran en los ilícitos su forma de vida.

Una manera de poder contener estas situaciones, ante espacios en blanco desde lo legal, es justamente el ser ciudadanos responsables. Entonces, sería adecuado no responder a correos electrónicos de remitentes desconocidos o ingresar datos en los enlaces (links) que dejan especificados; porque más allá de que no le interese al ciberconsumidor por ejemplo, la oferta que venga en el cuerpo del mensaje, al responder les están dando a ellos una confirmación de que usted sí es la persona que dice ser y que la dirección electrónica que ellos tienen es la correcta.

Tener precaución de qué tipo de información personal se les solicita y tomarse un tiempo para evaluar si es necesario colocar la misma y, además, no ingresar material fotográfico.

Pensemos que hasta en una selección de personal, una empresa da una ojeada al material que se halla en internet sobre el postulante. Y que la web, con su característica de ubicuidad, está en todas partes al mismo tiempo, mientras halla personas conectadas a la misma.

Tiempos de nuevas tecnologías… Tal vez de cambios de actitud, que nos permitan recobrar la esencia de las personas y recordar que la ética existe y que tal vez el cambio necesario sería hacer uso de ella. Identidades reales, identidades robadas y vidas que pueden dejar de ser.

Marisa E. Avogadro - Consultora en Comunicación Estratégica y Seguridad.
Disponible en
http://www.losandes.com.ar/notas/2009/9/14/opinion-445961.asp

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