jueves, 29 de enero de 2009

En la mente del criminal


Juan Jacobo Muñoz Lemus indagó durante 13 años en las mentes de los criminales investigados por el Ministerio Público.

Psiquiatra forense del Ministerio Público de Guatemala durante 13 años y del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) por siete meses. Juan Jacobo Muñoz Lemus, de 49 años, es médico cirujano con especialidad en psiquiatría

Pongámoslo en dos platos: en buenos y malos, ¿qué pasa por la mente del ser humano, en la de alguien, digamos, malo?


–El bien y el mal son relativos. Hay conductas que podemos juzgar como muy malas, y en determinado momento son las oportunas. Si un hombre entra a su casa y encuentra que están asesinando a su familia, en su desesperación, mata. Tal vez no piense que matar sea algo bueno, pero en ese momento era lo que le quedaba hacer.

Del otro extremo, al “malo” porque lesiona a otros, existen personas que no están en el uso de sus facultades mentales y que por eso no pueden ser culpadas: pacientes psicóticos o retrasados mentales. Pero existen personas que, estando en el uso de sus facultades mentales, las usan como les da la gana y hacen con eso averías.

La mente criminal.


–Esa. La que puede anticipar consecuencias, medir situaciones y que lo hace a sabiendas de que lastimará a alguien para obtener un beneficio. Cualquier delito, el que sea, requiere de ese egoísmo o egocentrismo patológico, porque lo único que importa es “cómo voy a beneficiarme”. Con poder, dinero, prestigio, ganancias sádicas, oportunistas… con satisfactores de cualquier tipo. La mente criminal, si la podemos llamar así, lo que busca es la gratificación inmediata; el no tener que esforzarse demasiado para obtener un resultado que tendría muchos obstáculos si fuera con base al trabajo.

Describa al verdadero criminal.



–El criminal per se, el psicópata, es el hombre más peligroso en el planeta: es francamente agresivo, no se detiene ante nada, consigue lo que quiere por las buenas o por las malas. Normalmente es muy agradable, hasta bien parecido muchas veces; son los hombres que de entrada le gustan a todas las mujeres, siempre dicen lo que ellas quieren oír. Son en buen grado inteligentes, inconstantes, no tienen interés por el esfuerzo, son buenos para empezar cosas, pero nunca para terminarlas. Se asocian con otros como ellos para cometer delitos o se unen a alguien para explotarlo durante mucho tiempo. Cosifican a las personas. Son un problema para quienes los rodean, porque esperan que cambien, rectifiquen, que se sientan culpables, y una de las características más importantes de una mente de este tipo es que no conoce el remordimiento y por eso actúa sin piedad.Sus límites éticos son muy particulares, es decir, tienen códigos solo para ellos.

Ejemplifique esa descripción con casos que atendió.



–Lo que pasa es que todo es como el país, en pequeño, aunque no es difícil hablar de porcentajes: del cien por ciento, 1 ó 2 por ciento encajan en la descripción. Han existido a través del tiempo, como el hombre que cercenaba los senos a mujeres en la década de los 70, o el de hace unos años que mató al menos a cinco prostitutas y que no atraparon. Este era descarado, porque marcaba las evidencias con numeritos como hacen en las películas. Demostraba arrogancia, burlándose de la investigación.

Ahora, de los que atendí, recuerdo a un hombre que mutiló sexualmente a su pareja, a través de muchas operaciones que él mismo le practicó con bisturís que compraba en la farmacia. Ella lo aceptaba.

Una relación sadomasoquista donde él encontró justificaciones personales para hacer lo que hizo y vivir emociones muy intensas. A ella no era que le gustara, sino que estaba dispuesta a pasar por eso con tal de obtener el amor de este hombre casado y con hijos. Ella era su novia.

¿Cómo conoció ese caso?



–Ella consultó en un hospital por otras razones y los médicos descubrieron que estaba totalmente mutilada. Al investigar, se reveló que todo venía de un castigo: él la había dejado y ella se hizo de un novio; él no se lo perdonó y como castigo, le hizo todas esas cosas. Él llevaba un diario de todo lo que le hacía. Es una de las características de estas personas, la arrogancia; se sienten cómodos con lo que hacen.

Para lo que hizo se le impuso una pena pequeña. El argumento a su favor fue que “ella quería o ella se dejaba”. La ley juzga a partir del delito, esclava de la forma y, por lo tanto, rígida. Y él vio el beneficio de un sistema judicial que descalificó mucho a la víctima porque participaba activamente. Claro que ambos están enfermos, pero él era más agresivo y ella, la víctima.

¿Cree que la mente criminal puede evolucionar?



–Tenía un maestro en otro país que decía que el tratamiento era un viaje de ida a Australia, haciendo alusión a cómo se pobló esa isla: con prisioneros ingleses que abandonaron y resultaron prósperos porque levantaron un país. Pero la idea formal es que no existe mucha opción de cambio, porque volverán a hacerlo.

Entonces, ¿qué hacer con ellos?, ¿condenarlos a cadena perpetua?



–Esos ya son términos de la ley. Es un egocentrismo tan arraigado, un narcisismo patológico formal, que es difícil que estas personas se desprendan de sus patrones. Cambian quienes padecen trastornos neuróticos u otros tipos de personalidad, pero el psicópata formal no tiene mucha opción de cambiar.

Existe una corriente que se enfoca en penas menores, ¿qué hacer entonces?

–Es una eterna discusión. La gente cree que el castigo es lo único que sirve porque así nos educaron, a reglazos y almohadillazos. Si en este momento acribillaran a toda esa gente, sería una limpieza de un ratito; si no se cambian las circunstancias que provocan el surgimiento de esos comportamientos surgirán otros grupos.

Revisemos la experiencia de países del primer mundo, donde tienen las condiciones y registran este tipo de psicópatas.

–Porque siempre va a existir un porcentaje y para ellos es que deberían existir las cárceles; pero acá están llenas de gente que no tuvo oportunidades.


Eso refuerza la idea de que la criminalidad es genética.



–Claro, hay un factor allí que no se puede negar, el biológico. No nacemos como páginas en blanco sino con cosas escritas, y esa es la genética, pero no significa que a fuerza pase algo. Es como una obra de teatro: lo biológico es el protagonista, el escenario es la sociedad y el argumento la cultura.

En toda la entrevista, cuando habla de psicópata lo aborda en masculino. ¿Y las mujeres?



–Se ve más en hombres; en mujeres se manifiestan otros diagnósticos, como el trastorno límite o limítrofe de la personalidad. Son personas muy explosivas que pierden fácilmente el control, que pueden ser autoagresivas y muy lesivas para las personas cercanas a ellas. El maltrato infantil, por ejemplo, es más frecuente por parte de ellas que de ellos. Madres que a sus hijos los queman con planchas o les meten las manos en la estufa, o hasta los tiran en una bañera con agua hirviendo. Debe tomarse en cuenta que son ellas quienes pasan más tiempo con los niños.

¿Qué otras conductas criminales hay sin que el resultado sea un muerto?

–El abuso sexual es lo más común en Guatemala, y dentro del abuso sexual con mucha frecuencia el incesto. ¡Muchísima! Recuerdo el caso de una niña de 12 años, embarazada de su padre, que buscó la forma de divorciarlo de su madre para quedarse con él. Sucede que la misma ley la condenó, “es una bárbara, una pícara, una ofrecida” porque ella le quiere quitar el esposo a su mamá. Va uno y explica que el daño es ese, que la niña está tan confundida que se le ocurre que esa es una opción para ella, y es difícil llegar a la cabeza de algunas gentes y que entiendan que padece un daño psicológico.

De 13 años para ahora ¿este trabajo ha cambió su esencia ?



–Trabajando en esto uno vive en el infierno, porque se puede dar cuenta hasta dónde puede llegar la gente en su comportamiento. Como psiquiatra clínico uno ve cosas sencillas, pero esto es ya lo más desbordado de la agresividad. Sí, uno cambia. No se puede ser insensible ante lo que las víctimas padecen de sus agresores así como por cómo son tratadas por el Estado o por las instituciones, o por sus mismas familias. Es un trabajo que duele mucho.

Por: Mirja Valdés
Foto: Walter Peña


1 comentario:

Anónimo dijo...

Con el señor Juan Jacobo Muñoz es posible hablar de muchísimas cosas debido a sus conocimientos y experiencia. Lástima quien lo "entrevistó", pues plagió varias partes a una entrevista publicada en Revista D, de Prensa Libre. Incluso, hizo idénticas preguntas. Es una vergüenza. Incluso, pueden caer en ilegalidad por derechos de autor.

Revista D, Prensa Libre

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